martes, 1 de septiembre de 2009
GORRITI EN CARETAS
El Hambre de Vencer
Por Gustavo Gorriti
Hay una cosa en común entre el boxeo y las campañas electorales. Que para ganar hay que tener hambre de victoria, pasión dominante por llegar y vencer. No basta con competir animosamente, sino hacerlo con sangre en el ojo aunque se lo bañe en colirio. Y cuando uno la pierde, perderá también.
Los entrenadores saben reconocer ese momento en sus púgiles. Puede que las facultades estén intactas, que la técnica siga depurada y el estado físico sea hasta mejor. Pero cuando no ponen el alma en el entrenamiento, cuando no los absorbe la intensidad cinética de golpear, la pasión de la lucha imaginada, es el momento de hacerlos descansar o, si se los estima, de persuadirlos a retirarse.
Lo mismo sucede con los políticos en campaña. No importa el talento, no importa la ventaja. Hay que ponerle pasión, ganas, el arrojo y las astucias del hambre. Quien no lo tenga, perderá. Sucedió con Vargas Llosa en 1990 y sucedió –luego de muchos otros casos– con Alan García en 2001. Ambos perdieron antes de la votación, entre otras cosas porque se les fue la voluntad de lucha.
Estuve pensando en eso a propósito de Lourdes Flores. Haber aceptado la presidencia de una aerolínea cuyo dueño pudiera enfrentar turbulencias judiciales representa no solo una decisión sino también un mensaje: Lourdes ya no quiere ser candidata. Podrá saberlo o no, y quizá hasta se niegue a admitirlo, pero el significado es claro: Lourdes perdió las ganas de pelear y de soportar el torturante proceso de la campaña.
No creo que sea por la memoria de sus dos derrotas previas. Lula perdió más veces y no lo abandonó nunca el ímpetu que finalmente lo llevó a la presidencia. A Lourdes se le fue el hambre de vencer (que nunca fue lo suficientemente intenso), y quedó el criterio que prevalecería en la mayor parte de personas razonables: que no vale la pena, si no hay ganas, la ultramaratón de una campaña, las confrontaciones, los insultos, los viajes de una plaza a otra plaza, los lijamientos cotidianos, la repetición de discursos. Si no hay ganas, para qué.
Lourdes Flores lo ha dicho, a través de sus hechos, con más claridad que si lo hubiera gritado. No quiere otra campaña. En fin, me parece que la podrán presionar a que acepte, y ella, que es presionable, de repente aceptará. ¿Han visto a los boxeadores que suben al cuadrilátero con cara de qué hago aquí? Ya sabemos cómo van a salir.
¿Cómo se pierden las ganas de algo que ha sido la mayor ambición de la vida? Por muchas razones. A veces se descubre que no se lo deseaba tanto, después de todo; otras, que por mucho que uno trate los huesos duelen mucho más que antes. Un conocido abogado, que ejerció con prestigio un papel público importante en un momento difícil para el país, llegó a la conclusión, luego de un revés preelectoral, que no quería tener que preocuparse más en cómo pagar las cuentas cada mes. Ahora, luego de haber defendido a impresentables junto a apenas presentables, su preocupación ya no gira en torno a cómo pagar cuentas sino en que se las paguen a él. No se erguirá ante cientos de miles de ciudadanos sino se sentará ante cientos de miles de soles. Parece contento y a veces hasta se filtra brevemente la expresión de austera sabiduría cívica de antaño. Pero es solo un tic. Ya no hay deudas y tampoco hay ilusiones.
En otros casos, la entropía del tiempo produce resultados y uno siente que ha llegado el momento Tai Chi de la vida. Es un tránsito inmensamente respetable y a veces iluminador, pero poco útil para campañas o campeonatos.
Entonces, en términos prácticos, el horizonte de campañas empieza a perfilarse con Keiko Fujimori en un polo y Ollanta Humala en el otro. Al medio están Luis Castañeda, Alejandro Toledo y el candidato sin rostro, nuevo, todavía desconocido, que mucha gente ansía.
¿Irá Castañeda como candidato? Creo que dependerá en buena medida de cuán ruda e incierta luzca la campaña. Nelson Manrique ha aportado la hipótesis de una alianza en ciernes con el Apra y habría que ver hasta qué punto dicha alianza pudiera darle el tipo de cómoda ventaja que lo librara de una campaña áspera, hostil, difícil, frente a la que Castañeda pudiera no tener el estómago ni las ganas.
Por lo pronto, veo tres candidatos casi seguros: Keiko Fujimori, Ollanta Humala y Alejandro Toledo. Por lo menos uno o una más disputarán el centro. Y a Toledo le convendrá atropellar, buscando entrar a la segunda vuelta, con la desventaja de no contar ya con el factor sorpresa y tener algunos flancos vulnerables para el ataque (como, digamos, la exportación del gas de Camisea). Una estrategia inteligente de campaña puede, sin embargo, llevarlo a la segunda vuelta, donde sus posibilidades de victoria son significativas, especialmente si enfrenta a Keiko Fujimori, en lo que sería un plebiscito de democracia o dictadura.
¿Que nos merecemos algo mejor? Puede ser, pero también podemos terminar con algo mucho peor. En el Perú hay mucha gente que al mirarse cada mañana en el espejo del baño se saluda con “buenos días, señor presidente”. Y a aquellos que se sienten (y de repente hasta son) capaces, habría que preguntarles si sienten el ímpetu, la pasión, la voluntad de empezar el camino largo que lleva a la campaña, y de aguantarlo. Si resulta que no, siempre pueden mandar su CV a Peruvian Airlines.
Putis.– La antropología forense recupera nombres a partir de restos y describe cómo acabó su vida. En Putis, el extraordinario equipo peruano de antropología forense desenterró la evidencia de uno de los más salvajes crímenes de guerra cometidos durante la lucha contra el senderismo: el asesinato de más de cien personas inermes perpetrado por un destacamento militar en diciembre de 1984. Muchos años después, los antropólogos forenses reconstruyeron el escenario del atroz crimen y determinaron la póstuma demografía de los restos completados. La mitad de las víctimas fueron adultos, pero más del 40 % fueron niños y casi el 9% adolescentes. Al final, 28 víctimas fueron plenamente identificadas y serán enterradas por los suyos un cuarto de siglo después.
Gran parte de aquellos que deshonraron su uniforme y mancharon las armas de la nación con ese crimen, siguen impunes. Complicidad no les ha faltado por parte de aquellos como Rafael Rey, increíblemente nombrado ministro de Defensa por García Pérez, que denostaron y calumniaron las investigaciones que hizo la CVR, en pos de lograr una amnesia que encubriera. Hace poco han vuelto a la carga. Para respaldar las indefendibles declaraciones del vicealmirante AP (r) Jorge Montoya, sobre las que escribí en Caretas 2091, recurrieron al relleno sanitario de la prensa montesinista a través de un pobre diablo que durante el fujimorato sirvió al SIN desde la agencia EFE y que ahora sigue apoyando a sus epígonos en lo que puede desde el basural periodístico que le da guarida.
Publicado el 27/Ago/2009 en Caretas
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