domingo, 6 de junio de 2010

Disección de un Desastre



Por Gustavo Gorriti

Estuve buscando frases lúcidas sobre la derrota, dado que ese es un concepto importante en nuestro país. Encontré varias notables, pero sin aplicación a los eventos de junio en el Perú.

“¿Qué es la derrota? Nada, excepto educación; nada, excepto el primer paso hacia algo mejor”. La frase es de Wendell Phillips, el famoso orador abolicionista bostoniano del siglo XIX. Hay muchas reflexiones parecidas: la derrota como capítulo de un empeño, como contraste de una arrojada empresa.

Asumida con entereza y con honestidad, la derrota enseña y en ocasiones fortalece. Como escribió el gran Michel de Montaigne, “hay derrotas más triunfantes que las victorias”.

Convertir el contraste en triunfo supone, como queda dicho, no solo el valor y la honestidad sino la persistencia en la empresa. En la historia de nuestro país, la derrota ha sido en cambio conformadora de nuestra identidad. La derrota se ha categorizado según su nobleza, y la de nuestros grandes héroes (como lo escribió en esta revista Antonio Zapata) es una sin esperanza de trasmutación en victoria. Es el sacrificio como reivindicación de los demás; la inmolación antes que la rendición, para entregar una referencia de dignidad que dé estructura a la nación.

Las derrotas redentoras de nuestros héroes no tuvieron, por cierto, otro valor pragmático que su legado moral. Sus enseñanzas póstumas, por eso, son lo suficientemente complejas y dolorosas como para evitar, por lo general, contemplarlas.

Ambas formas de derrota: la del contraste que enseña, forja y lleva al triunfo, y la de la lúcida desesperanza que escoge el sacrificio para legar honor a la nación, implican honestidad, entereza y una trascendente responsabilidad.

Si, en cambio, activamos el microscopio para examinar la reacción de los principales protagonistas y responsables políticos de los sucesos de Bagua, se verá un juego inverso de las sillas musicales, donde todos corren alrededor de esas sillas tratando de no sentarse, de quedar paraditos y de sentar a otro, en un juego de fuga hacia adelante.

Estaba viendo en el programa la Hora N, las intervenciones de la ministra Mercedes Cabanillas y los generales PNP Muguruza y Uribe (faltó Garavito, de paso), unidos los tres en el propósito de descargar de sí toda la responsabilidad posible, cuando me llamó una fuente con conocimiento de la forma de pensar del Comando Conjunto.

Es cierto, me dijo la fuente, que la ministra Cabanillas acudió al Comando Conjunto pidiendo apoyo de la Fuerza Armada para asegurar el desbloqueo de Bagua. Pero, añadió, ella estuvo en el Comando Conjunto el día anterior al operativo de desalojo.

Se acordó entonces, siempre según la fuente, que la Fuerza Armada iba a apoyar y respaldar a la PNP no solo en Bagua sino sobre todo en las subestaciones de bombeo del oleoducto, entre las cuales la hoy trágica subestación seis. La operación suponía trasladar tropa desde la costa, para no forzar a los reclutas de la zona (buena parte de los cuales son nativos awajún) a intervenir en su propio territorio. Pero, añadió, el traslado no pudo hacerse a tiempo por falta de baliza en la pista de aterrizaje a la que iba a llegar la tropa. Y el operativo de desalojo se inició sin esperar a que el despliegue de tropa estuviera completo.

Lo que es peor, siempre según la fuente, es que el general EP Raúl Silva Alván, jefe de la sexta brigada de selva, principal jefe militar en la zona, no fue informado sobre el inminente inicio del operativo de desbloqueo y, en consecuencia, no pudo organizar medidas preventivas o de contingencia.

Al escuchar los intentos de explicación de la ministra Cabanillas y los generales Muguruza y Uribe sobre el desastre operativo (porque, ¿de qué otra forma se puede calificar una operación de desbloqueo de carretera, en la que no debió haber habido víctimas, pero que terminó con 34 víctimas mortales y decenas de heridos?), surgían las preguntas:

- Si se envió una vanguardia para tomar la colina en la madrugada, ¿por qué no hubo comunicación con el grueso de la fuerza? ¿Tenían radios o no? Si no los tenían, como todo indica fue el caso; y si los celulares –inadecuados para la necesidad de comunicaciones fáciles, rápidas y con varios destinatarios simultáneos– no funcionaban bien en ese lugar, ¿por qué no se tuvo siquiera a enlaces o mensajeros que mantuvieran el contacto con la fuerza principal?

- ¿Por qué la tropa que iba a hacer el despeje no llevó el equipamiento adecuado para la misión? Las varas y los gases eran insuficientes, pero los fusiles eran del todo excesivos. Eso lo sabían bien tanto Muguruza como Uribe y Garavito. Después de Pómac, debe haber algunos francotiradores policiales con fusiles, que puedan neutralizar a gente armada. Pero deben ser pocos y muy bien entrenados.

- ¿Por qué no se avisó a la guarnición policial en la subestación 6 que se iba a realizar el operativo para que pudieran prepararse y decidir entre defender la subestación o evacuarla y encaminarse al cuartel cercano del Ejército? ¿Por qué se inició el operativo sin alertarlos? Muguruza y Uribe sabían muy bien que el grupo de Montenegro acababa de relevar a otro que ya había estado en una situación de semi-rehén. El nuevo contingente entró en la misma situación. Su vulnerabilidad era evidente. ¿Cómo no se tuvo eso en cuenta? ¿Por qué?

-¿Por qué el comandante Del Carpio no pudo acudir en auxilio del mayor Bazán si, como indicaron, éste solo se adelantó unos veinte metros? ¿Y por qué demoró tanto el grueso de la fuerza en apoyar a esa vanguardia aislada y diezmada?

- ¿Por qué no se encuentra hasta ahora al mayor Bazán, o sus restos?

Estas son apenas algunas de las preguntas que los jefes operativos deberían contestar. No son preguntas ociosas. Hubo un cúmulo de decisiones –que, en parte rastrean estas preguntas– que llevaron a la desastrosa tragedia de la Curva del Diablo.

Junto con las responsabilidades operacionales están las políticas. La ministra Mercedes Cabanillas ha hecho un cuadro penoso en el intento de eludir esa responsabilidad. Lo único que queda por decirle es que antes de insultar su propia inteligencia, asuma la situación y proceda en consecuencia. Será mejor para todos, y para ella también.

Lo más triste de todo es que fue por gusto. El conflicto pudo haberse solucionado sin violencia, en los términos actuales, sin haber tenido que llegar a una crisis de gobierno, un peligro de sistema, un gabinete incinerado y un premier que al solucionar la crisis con una rendición política, amaina la tormenta al costo de un gran debilitamiento de gobierno.

Eso nos hace daño a todos. Este es un gobierno que ha cometido graves errores, bajo la conducción directa de Alan García. Ahora paga el precio en el inevitable pero debilitante retroceso. Lo peor es que lo hace sin ninguna claridad autocrítica. El único que parece verlo ahora (un tanto tarde) es Yehude Simon, y él ya se va.

Dicho esto, hay que tener presente que no solo se debilita el gobierno sino el sistema. Y está claro que hay quienes intentan ahora derrocar al gobierno y al sistema democrático. Críticas e indignación aparte, nos corresponde evitar eso a todos los que hemos luchado y defendido la democracia. Por más que uno se oponga al gobierno, hay que defender el sistema.

Tenemos elecciones generales el 2011. Hasta entonces tendremos el presidente elegido el 2006. Y como sociedad debemos estar alertas frente a los intentos de asonada del gorila de Caracas y sus piquichones vecinales. Toda la oposición necesaria, pero toda la lealtad al sistema.

Publicado en Caretas

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