sábado, 17 de diciembre de 2011

Los Comentaristas de Plaza



Por Rafo Leon

Hace poco escuchaba el programa radial que conduce mi amiga Rosa María Palacios; el tema del día era, si mal no recuerdo, un conjunto de medidas que se piensa implementar para evitar, o al menos reducir la cantidad de pequeñas coimas y robos de que somos víctimas las personas que tenemos que hacer trámites de todo tipo ante entidades del Estado. La gente llamaba a Rosa María y daba sus opiniones, en promedio bien calibradas y centradas en el asunto en discusión, hasta que llamó el infaltable maximalista, el troll de la opinión pública, el Don Pésimo de la vida peruana, a decir más o menos lo siguiente: “Mire doctora, yo no sé con qué cara vienen los del gobierno a hablar de reducir las coimas en las ventanillas si desde el presidente García hasta el último de los funcionarios apristas, están con las manos sucias de robarnos todos los días en las licitaciones que favorecen a los chilenos, en el famoso tren eléctrico, en las concesiones forestales…” Rosa María, con todo derecho, cortó la llamada e hizo un comentario al aire que juzgué de pertinente para arriba: “Clásica actitud peruana, salirse del tema con la coartada de que se está profundizando en el tema, en fin. Tenemos otra llamada”. El Don Pésimo que esa mañana le tocó a Rosa María me hace recordar en mucho a un alto porcentaje de comentaristas que escriben a los blogs dando sus opiniones pero bajo la misma distorsión, saltando de lo específico de un tema –algo que para entenderlo hay que ponerle una lente de microscopio- y se mandan a observar y a evaluar el sistema solar entero. Esa manía garrulera y vacua de expresarse yo la relaciono con varios aspectos de nuestra cultura clasemediera y no cuajada. En primer lugar, con el sobre valor que tiene la retórica verbal en nuestro medio, donde se elige a autoridades porque hablan bien. Las palabras reemplazan a las cosas y si esas palabras encauzan frustraciones colectivas aún cuando no presenten ningún planteamiento racional frente a estas, pues no hay pierde. El padre de los Humala es el epítome de esto. Causas como la rivalidad con Chile, el militarismo, el racismo, el clasismo, los traumas de la Conquista, la homosexualidad, son bolos fijos en los que los troll se pueden pasar la vida embrollados pero sobre todo, acusando e insultando a cualquiera que no piense como ellos, como si lo que ellos hicieran fuera pensar. Otra explicación quizás haya que encontrarla en las abismales diferencias que nos separan en el Perú a los peruanos por todos lados. Por plata, por color de piel, por jerga, por provincia, por equipo de fútbol, algo que con el tiempo lejos de atenuarse, se agrava, y creo yo que el Internet está sirviendo muy eficientemente a esa mala práctica. La magalización también pone lo suyo, la doble moral. Pocas veces he visto algo tan manipulado, infamante y faruco, como la satanización que se hizo de los conductores de Mesa de Noche por haber jugado una broma común y corriente a Norma Martínez y Magali Solier. Era tan evidente que ahí solo se estaba buscando el morbo mediante la victimización de Schuller y Lindo, que escuchar tanto cinismo, y leerlo en los blogs, producía náuseas. En este blog tengo varios caseritos de esos, que suelen comenzar su comentario con un, “ya pues Rafito” malamente maletero, o un “te me caíste Rafo” que indica exactamente el punto de divergencia entre la reducida masa encefálica del navegante y el punto de vista expresado por el bloguero, que es él y sus ideas, él con su clase social encima, sus intentos de ampliar sus rangos de conocimiento, sus fobias y sus filias, pero que en principio no está peleado con nadie. Los troll ideológicos, en cambio, se levantan en la mañana no en una cama sino en una trinchera, decididos a encontrar racistas prochilenos e hispanistas y antinacionalistas hasta debajo de las piedras y denunciarlos en nombre de Túpac Amaru y Micaela Bastidas, convirtiendo lo que podría ser un diálogo sencillo, transparente, amable y también sanamente áspero, en un sainete de plaza cachaca donde el improperio reemplaza a la razón y el prejuicio, al diálogo. De hoy en adelante, y mientras este blog siga en línea, estoy decidido a practicar la más absoluta intolerancia contra todos aquellos comentaristas que demostrando biliosidad y mala hostia, me escriban para denigrarme por “blanquito miraflorino”, en lugar de argumentar, disentir o mostrar acuerdo con cualquier cosa que aquí escriba. Por supuesto, no censuraré a ninguna, pero tampoco me voy a quedar callado. La tolerancia es un valor cuando quien la ejerce doblega su ego, amplía sus convicciones y deja de lado sus certezas ante la existencia de otro que sustenta miradas diferentes y hasta irritantes, todo en el marco de inteligencias elaboradas puestas al servicio de la civilización. El sujeto, enfrentado así a algo que no es su imagen en el espejo, hace de tripas corazón en nombre de la coexistencia y el intercambio humano. En situaciones así, soy tolerante, aunque a veces me cueste, pero hago todos los esfuerzos del mundo y a veces lo consigo. Pero en adelante no lo seré ni cagando cada vez que abra el buzón de comentarios y me encuentre con el “No pues Rafito”, o el “te me caíste Rafo”, porque quienes suscriben textos de esa calaña suelen entrar a las redes sociales movidos solo por la frustración, el resentimiento o en el mejor de los casos, una penosa soledad. Que se busquen compañía.

Publicado el 17/3/2010 en Caretas

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