Primero que todo,
debe recordar que el lenguaje sencillo y cotidiano está fuera de lugar. Es
demasiado realista, modernista y evidente. El lenguaje posmoderno requiere que
usted use metáforas, jerigonza universitaria y expresiones indeterminadas para
que sus demoledores y profundos aportes salten a la vista. A menudo este puede
ser un requisito difícil de cumplir, caso en el que un lenguaje indescifrable
es el sustituto perfecto. Por ejemplo, imagine que quiere decir algo como: “La
sabiduría milenaria de los indígenas puede ayudarnos a ver de otra forma el
malestar de la cultura occidental”. Esto es claro pero muy simple.
Tomemos la expresión “sabiduría milenaria”. Un hablante posmoderno puede
cambiarla por “el discurso” o, mejor aún, por “los discursos” o, todavía
mejor, por “los efectos de realidad de los discursos”. Agregue un
adjetivo como “intertextual”, y listo. “Indígenas” también es
demasiado insulso. ¿Qué tal “el otro postcolonial”?
Pero hablar en
posmoderno también implica usar con propiedad términos que indiquen su
familiaridad con la mayor cantidad de prejuicios posibles; además del
infaltable ingrediente racista y sexista, es indispensable estar familiarizado
con el psicoanálisis (ya sea que lo administre o lo padezca). Por ejemplo, con
el falogocentrismo (fijación masculina combinada con la racionalidad
de la lógica binaria). Y eso de “ver de otra forma” también está fuera
de lugar, es mejor “la aprehensión de un devenir alterno”. Finalmente, “el
malestar de la cultura” es demasiado plano y ya lo usó Freud. Use verbos y
frases más ingeniosas como “mediar nuestras identidades”. Así, la
oración final puede decir algo como: “Debemos deconstruir la
intertextualidad de los efectos de realidad de los discursos del otro
postcolonial, ajeno a la metanarrativa de Occidente, para aprehender el devenir
alterno de las desviaciones falogocéntricas que median nuestras identidades”. ¡Ahora
usted sí está hablando como
todo un posmoderno!
Algunas veces
puede estar en algún apuro, caso en el cual debe disponer de un número
mínimo de sinónimos posmodernos y neologismos necesarios para afrontar un
evento público. Recuerde, no saber de qué está hablando no está mal siempre y
cuando, diga lo que diga, lo diga convencido y de la forma adecuada. Esto me
lleva a un segundo aspecto básico para expresarse en posmoderno: usar muchos
sufijos, prefijos, guiones, cursivas, subrayados y cualquier otra cosa que su
computador (imprescindible si quiere escribir en posmoderno) pueda ofrecer. Para
no perder tiempo diseñe un cuadro con tres columnas.
En la columna A
coloque los prefijos: post-, hiper-, pre-, dis-, re-, ex- y contra- En la
columna B coloque los sufijos y terminaciones relacionadas: -ismo, -itis,
-alidad, -ación, -itividad y –tricidad. En la columna C coloque una serie de
nombres respetables, conocidos y que impresionen, por ejemplo, Barthes
(barthesiano), Foucault (foucaultiano, foucaultianismo), Derrida (derrideano,
derrideanismo). Citar a “Canclini” (el hijo perdido de Bordieu) o a las “culturas
híbridas” cae como anillo al dedo. No hay problema si también lo cita como
“García Canclini”; parece que es el mismo tipo. Si es seguidor de la Nueva Era y ha visto
películas del Dalai Lama o Jackie Chan, no dude en agregar el ingrediente
oriental de conocimiento interior, armonía social y relatividad de todas las
religiones, y remate con algún aforismo (de lectura múltiple) de Nietzsche,
Cioran o Walter Mercado.
Ahora probemos.
Usted quiere decir algo como: “El sujeto es una creación histórica y
social”. Éste es un buen pensamiento pero, desde luego, un mal comienzo. Usted
no llegará a la segunda taza de té con una frase como esa. De hecho, después de
decir algo así podría suceder que el auditorio quede desierto y no se lo
vuelvan a prestar. Relájese. Vaya a sus tres columnas. Primero, el prefijo
meta- es útil, tanto como lo es post-, y si caben varios al tiempo es
formidable. Mejor algo como “metanarrativa posthistórica”, pero sea
creativo. “El sujeto es una deconstrucción de metanarrativas
transhistóricas” es prometedor. En cambio, “creación histórica” deja
mucho que desear. Le sugiero que vaya a la columna B. ¿Qué tal “vanguardismo”?,
o puede ser más posmoderno introducir una categoría indeterminada como “transvanguardismo
híbrido”. Ahora, vaya a la columna C y escoja un autor renombrado, o sea
importante, pero del cual sea casi imposible hablar en términos sencillos
porque ya nadie tiene tiempo o ganas de leerlo con juicio.
Los teóricos del
continente europeo son de lo mejor, y cuando tenga dudas, lo ideal es un autor
francés decepcionado del Mayo del 68. Le recomiendo al filósofo Michel
Foucault, que escribió varios tratados sobre el sujeto y el poder. No tiene que
leerlos completos, ni siguiera entenderlos; basta con que haga alguna alusión a
las “epistemes” y mencione de pasada al famoso señor. Finalmente, agregue algo
de suspenso y emoción como para que dé la impresión de que está interesado en
hablar de algo concreto, y no olvide los guiones y los paréntesis. ¿Qué tiene
ahora? “El sujeto contemporáneo es una deconstrucción de metanarrativas
transhistóricas que, dentro del nuevo episteme del transvanguardismo híbrido,
trasciende las nacionalidades ficticias (producto de prenociones
etnocéntricas) inscritas en lógicas diferenciales y polivalentes
que, como lo ha demostrado Foucault (no olvide que se pronuncia Fukó),
son hábilmente reconstituidas de la semilla de un pensamiento prístino”.
Debe estar atento
a escuchar una oferta de trabajo de algún postindustrial interesado en usted
para que dirija su departamento de asistencia social o, mejor aún, para que le
dé clases privadas a la hija. En el caso de que alguien llegue a preguntarle de
qué diablos está usted hablando, tranquilo. Este riesgo lo corren todos
aquellos que hablan en posmoderno, y debe evitarse en lo posible. Llegado el
caso debe mirar a su interlocutor con extrañeza, como un bicho raro, como si no
hubiera captado la esencia de su discurso, y en ese momento debe decirle que la
pregunta “simplifica el discurso”. Si eso no funciona, usted puede ser
atacado por la tentación y pronunciar esa terrible respuesta modernista de tres
palabras: “No lo sé”. Pero no, conserve la calma, tome aire, vea de
reojo al inoportuno, después al auditorio como quien mira llover y diga algo
como: “Su pregunta me resulta muy interesante. Sin embargo, su
intertextualidad define un grupo de relaciones entre enunciados dispersos y
heteróclitos, cuya eficacia simbólica y significado me resultan arbitrarios. Esto
muestra que los principios de individuación generativa del sujeto son un tema
que no se puede agotar en una conferencia, quizá ni siquiera en un semestre”. ¿Más
preguntas? ¿No? Pues bien, que ahora sí sirvan el té con galletas.
Extracto de Speak
and Write Posmodern de Stephen Katz
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