Por Sinesio López
En la campaña le temían y buscaban destruirlo; en la hora
del triunfo combinaron la presión, el atarantamiento y la seducción hasta
someterlo; antes de asumir el mando ya las derechas tenían asegurados los
puestos claves del gobierno (MEF y BCR); una vez en el gobierno seguía la
presión angurrienta para que se deshaga de la izquierda y se preparaban para
coparlo. Una vez capturado, Humala sufrió el síndrome de Estocolmo y asumió sin
remordimientos el modelo neoliberal, se subió feliz a la ola del boom exportador (Conga va sí o sí),
se olvidó de la diversificación productiva y desplegó las banderas de un
asistencialismo moderado.
Fueron dos años de gloria y de matrimonio feliz entre Humala
y las derechas que lo sentían su gobierno. Todos fueron felices y comieron
perdices. La pareja presidencial gozó las mieles del poder y los halagos de las derechas. De
repente todo cambió entre ellos. Las derechas políticas y mediáticas comenzaron
a cuestionarlo. Sólo la
CONFIEP y los grupos empresariales en general se mantuvieron
fieles. ¿Qué sucedió? ¿Qué produjo la ruptura entre las derechas políticas y
mediáticas con el gobierno de Humala? ¿Fue un acontecimiento específico o un
conjunto de acontecimientos que explican la ruptura? Me inclino por lo segundo.
Varios factores explican el distanciamiento que se
transformó rápidamente en enemistad y odio. En primer lugar, la megacomisión
investigadora de García y la revelación de los “narco-indultos” que han
afectado seriamente su candidatura a la Presidencia por tercera vez. En segundo lugar, la
negativa de Humala a indultar a Alberto Fujimori, lo que reavivó y agudizó los
odios del fujimorismo contra el humalismo. En tercer lugar, la concentración
mediática que impulsó el grupo de El Comercio para que las derechas no
volvieran a experimentar los miedos del
2011, según lo expresó su propio director.
Finalmente, el adelanto inusitado de la campaña electoral
del 2016 lanzado por García para defenderse de los narco-indultos acusando a la
pareja presidencial de querer sacarlo de la competencia política porque quería
perpetuarse en el poder a través de la primera dama. Los medios concentrados
hicieron eco de las denuncias de García y emprendieron una campaña contra
Nadine Heredia hasta destruirla, como
lo venía haciendo también con los líderes de las izquierdas. Haber recibido dinero de Chávez, estar vinculada a
la corrupción debido a su amistad con Belaúnde Lossio, interferir en el
gobierno sin haber sido elegida fueron las acusaciones principales hasta
convertirla, según las encuestas, en la política más corrupta del Perú mientras
Keiko Fujimori aparecía casi inmaculada.
La desaceleración
de la economía, atribuida por las derechas a las políticas económicas
equivocadas del gobierno, a los conflictos mineros y a las trabas burocráticas,
a la incapacidad de los gobiernos regionales y a las políticas sociales
desplegadas, ha potenciado las acusaciones contra la pareja presidencial y ha
preparado el terreno para el retorno de los representantes directos y genuinos
de la derecha dispuestos a acabar con la descentralización y con las políticas
sociales, conforme lo anuncian sus probables ministros de Economía y Finanzas.
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